Una pieza, que es una construcción hecha de archivadores ordinarios donde se proyectan miles de imágenes relacionadas con los archivos fotográficos, es el proyecto que la comisaria, conservadora y subdirectora del Museo de Historia y Antropología de Tenerife Mayte Henríquez (Las Palmas de Gran Canaria, 1962) presenta en TEA Tenerife Espacio de las Artes en el marco de la decimocuarta edición de la Bienal Internacional de Fotografía de Tenerife Fotonoviembre. Bajo el título de El archivo infinito, Documentos, monumentos y mementos, Henríquez sorprende a los visitantes con este trabajo que “incita a pensar en cosas almacenadas con cierto orden” y que recuerda “que el archivo de las mismas es infinito”.

“Deseo que el visitante tenga una experiencia en la que lo visual y lo físico conjuguen bien con la invitación a la reflexión sobre la memoria, a su construcción constante, a su gestión, la obsesión por perderla o la generosidad y creatividad de compartirla, aunque estoy segura de que cada persona encuentra cosas diferentes”, reconoce Mayte Henríquez que lleva treinta años trabajando en museos y que a lo largo de este tiempo ha inventariado, catalogado, gestionado y organizado todo tipo de archivos. A través de esta muestra, que se puede visitar en este centro de arte contemporáneo del Cabildo hasta el 25 de febrero de 2018 dentro de Kénosis, también se ha propuesto “como reto meditar sobre otras cuestiones como por ejemplo en cómo, quiénes o por qué gestionamos estas memorias, en este caso, visuales, o cuándo decidimos que son importantes o no, cuáles o no, y quiénes lo deciden y quiénes no”.

“La memoria, en todas sus vertientes, nos recorre. Somos seres hechos de todo tipo de memorias, presentes y ausentes, reinventadas o expurgadas, y el recuerdo y el olvido forman parte de la misma dialéctica, terrible a veces para unos y/o gozosas en ocasiones para otros”, agrega al respecto Mayte Henríquez quien reconoce que en El archivo infinito ha intentado “transmitir estas impresiones, considerándolo como un lugar donde los procesos de memoria, a través de la gestión de sus documentos, toman la forma de monumento, pues sus dimensiones y su potencia simbólica así pueden denotarlo, pero también como memento, como ese imperativo que nos obliga a no olvidar, a atesorar compulsivamente todo lo que es susceptible de desaparecer de nuestros recuerdos para poderlos rescatar en caso de emergencia amnésica”.

Por eso dentro de El archivo infinito, con sus espejos contrapuestos, “no solo se nos multiplica el alcance ilimitado (valga el oxímoron) del archivo, sino que nosotros mismos nos quedamos suspendidos en él, como si no pudiéramos apoyarnos de forma sólida y segura sobre los pies, pues todo cambia y nada es estable ni en nuestros recuerdos, ni en los que heredamos, ni en los que construimos ni, desde luego, en los que legamos”. 

El archivo infinito es “un metarchivo, un archivo de archivos que se multiplican de forma exponencial”. “En la intervención se muestran unos diez archivos con aproximadamente unas doce mil imágenes, aunque en las proyecciones solo puedan apreciarse apenas unas miles de manera fugaz”, detalla Mayte Henríquez quien explica que “al margen de los clásicos documentos que son los que componen los más comunes, las colecciones de los museos no dejan de ser igualmente archivos de cultura material, que se organizan en almacenes con criterios diversos. Por eso también son infinitos, porque es imposible que permanezcan estables de forma indefinida. De hecho, siempre hay algo nuevo que encontrar en archivos que han sido más que revisados y transitados durante generaciones, pues los intereses cambian y lo que se desestima en un momento dado, puede ser de importancia capital en otro”.

Henríquez, que se estrena en Fotonoviembre con esta pieza, asegura que no concibe ninguna propuesta creativa que no invite a la reflexión. De ahí que en ella ofrezca diferentes niveles de lecturas dentro de una misma acción, “para ayudar a equilibrar (a demoler si fuera posible) las diferencias entre eso que se ha dado a llamar alta y baja cultura, particularmente remarcable en los museos y centros de arte, pero que alcanza otros muchos ámbitos de la producción y la difusión cultural”. “Conozco Fotonoviembre desde sus inicios, siempre como espectadora pero ahora Gilberto González me animó a participar en él con su proyecto. Me pareció irresistible el desafío y lo cierto es que le estoy enormemente agradecida. Ha sido un lujo trabajar con él y a la vez entablar una relación con tantísimas personas interesantes”, considera.

Un homenaje a Vicente Pérez Melián

Con esta propuesta, la comisaria ha querido rendir además un homenaje a Vicente Pérez Melián. “Esta pieza es un homenaje a su legado y a su persona, y mi reconocimiento a un amigo que siempre fue muy generoso con el museo que alberga la Casa de Carta de Valle de Guerra, y en particular conmigo”, destaca Mayte Henríquez. “De origen humilde y víctima de una época marcada por las consecuencias de la Guerra Civil, Pérez Melián venció la enfermedad, las privaciones y los abusos gracias a su inteligencia aguda, a su enorme sensibilidad y a su tenacidad para superarse”, recuerda.

Sobre él cuenta que aprendió solo, pero que su mérito no se quedó en manejar técnicamente una cámara y hacer de la fotografía su oficio, sino que supo retratar lo que normalmente quedaba fuera del objetivo, y lo supo documentar de una forma exquisita y adelantada para su tiempo. “Ahora damos nombres como ontologías o folksonomías, metadatos o tesauros, a una serie de formas y recursos archivísticos modernos, sin embargo él ya gestionaba su archivo fotográfico con recursos en esta línea desde su intuición y su buen hacer”, valora la también escritora mientras recuerda que Pérez Melián “tenía mucha facilidad para asimilar los cambios tecnológicos y seguir aprendiendo para poder dejar testimonio de su mirada y de su propia memoria”. “Con más de ochenta años, pasó su autobiografía a ordenador y la grabó en varios CDs. Con ella nos queda, además, la narración en primera persona de toda una vida dedicada a retratar vidas ajenas, aunque probablemente haciéndolo, creo que también retrataba y relataba la suya”, apunta.

Mayte Henríquez Sánchez es Licenciada en Filosofía por la Universidad de La Laguna en 1986, y Máster en Museología y Gestión Cultural (Universidad de La Laguna-Organismo Autónomo de Museos y Centros) en 2009. Conservadora de museos desde 1987, sus principales líneas de trabajo se han centrado en cultura material, patrimonio e inventarios etnográficos, cultura visual, museografías y conceptualización e instalaciones expográficas. Ha impartido la asignatura de técnicas expositivas en el Máster de Museología y Gestión Cultural  de la ULL-OAMC 2013-2014.  Entre las exposiciones que ha realizado y comisariado se encuentran: El pasado en el presente (MHAT, 2001), Blisterizaciones (CAAM, 2007), Mar de Arena de Mar (Casa de Los Coroneles, 2007), Souvenir, Souvenir (MHAT-FCM, 2009); SaltAtlaS (Queroxen, 2016) o Acerca del mundo: ExpoVisiones de Fernando Estévez (Liceo Taoro, 2016).

Interesada por conocer mecanismos de la comunicación y la narrativa literaria ha publicado dos novelas: El eclipse de Selena (2011) y Adiós Muñoz (2013). Más recientemente, se ha interesado por las memorias sociales compartidas y la polivocalidad, coordinando proyectos como el Archivo Fotográfico Vicente Pérez Melián (MHAT, 2014) o  El retorno de las musas. Ficciones y reflexiones desde el museo (2017).